Proponemos levantar la conciencia de dominicanos con integridad y deseo de contribuir en el rescate de los valores cívicos, éticos, morales, culturales y espirituales de nuestra nación. Unidos en una tarea que luce imposible, pero nuestra historia y el ejemplo de hombres como Juan Pablo Duarte y Ramón Matías Mella, nos muestran es posible con el favor de Dios y el compromiso por futuras generaciones sin vender nuestras conciencias y así lograr los cambios necesarios para el progreso dominicano.
viernes, 1 de octubre de 2010
Ese dudoso amor que Leonel siente por la Educación
29 Septiembre 2010, 11:56 PM
Cada año la inversión en sector educativo sigue siendo irrisoria
Escrito por: MARIEN ARISTY CAPITÁN (m.capitan@hoy.com.do)
Cuando la ve dice amarle. Con bellas palabras, de esas que seducen y enamoran, le habla como si fuera lo más importante en su vida. Al hacerlo, su mirada se enciende y su pulso se agita.
Momentos después, cuando se ha marchado, la emoción se esfuma y la promesa se olvida. No sé si le recuerda. Quizás, en su interior, puede que sí. Frente al mundo, sin embargo, lo disimula muy bien.
Así, cual si se tratase de un amor barato, es lo que siente el presidente Leonel Fernández por la educación dominicana. Por ello, aunque dice que es lo más importante para él, vemos que cada año que pasa la inversión en el sector educativo sigue siendo irrisoria: desde el 2004 hasta el 2009 la inversión promedio fue de un 1.91% del PIB. Si reparamos en el presupuesto del Ministerio de Educación, sin embargo, la cifra es más dramática todavía, ya que desde que el Presidente asumió el gobierno la inversión promedio ha sido de un 1.73% del PIB.
Los porcentajes que ha recibido la cartera en los últimos años son estos: en el 2004, un 1.40% del PIB; 2005, un 1.68%; 2006, 1.67%; 2007, 1.87%; 2008, 1.86%; y en el 2009, 1.92%. La proyección para el 2010 es que será de 1.83%, mientras que para el 2011 se ha anunciado que apenas será del 1.98% del PIB.
Estas cifras muestran el verdadero amor que le tiene Leonel a la educación. También nos dicen que, jugando a mentir, él intenta convencerse de que le creemos. Se engaña, supongo, porque es más fácil asumir que confiamos en sus palabras. Lamentablemente, no somos una partida de tontas enamoradas.
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