Proponemos levantar la conciencia de dominicanos con integridad y deseo de contribuir en el rescate de los valores cívicos, éticos, morales, culturales y espirituales de nuestra nación. Unidos en una tarea que luce imposible, pero nuestra historia y el ejemplo de hombres como Juan Pablo Duarte y Ramón Matías Mella, nos muestran es posible con el favor de Dios y el compromiso por futuras generaciones sin vender nuestras conciencias y así lograr los cambios necesarios para el progreso dominicano.
lunes, 31 de enero de 2011
Existe un mínimo a invertir, señor Presidente. Por Giovanni D'Alessandro
A finales del año pasado nuestras autoridades negaron al pueblo dominicano el cumplimiento de la Ley 66-97 y lo establecido la Constitución respecto a la inversión en educación, le dieron la espalda al clamor social que de manera cívica y ejemplar se organizó en torno a este reclamo, la Coalición Educación Digna por el 4% del PIB.
El Presidente, en un acto en Santiago en noviembre pasado y previo al conocimiento del Presupuesto por el Poder Legislativo, llamó “falso debate”, al reclamo de la Coalición por el cumplimiento del 4% del PIB como cantidad mínima a invertir en Educación. Expresando que “se reducía un debate tan rico a un problema de dinero y que en educación el dinero no lo era todo”. Igualmente también mencionó que no existía una correlación entre inversión y calidad de educación. A partir de entonces, el sector gubernamental, los medios y periodistas a su servicio, tomaron estos enunciados como su justa y entendible razón por la cual no destinar y desconocer el cumplimiento del 4% del PIB a la Educación.
En defensa nuevamente del mínimo del 4% del PIB establecido en la Ley General de Educación, primero quiero observar que todos nuestros países vecinos latinoamericanos que se pudiesen considerar competidores, ninguno de ellos invierten menos del 4% del PIB en educación. Andrés Oppenheimer en su libro Basta de Historias, categóricamente sugiere, que si queremos salir del atraso y la pobreza, debemos comenzar a tener una visión periférica que trascienda nuestras fronteras, “humildemente”, como dice en su libro lo hacen los países asiáticos que triunfado en reducir su pobreza y aumentar sus riquezas, esto para ver lo que hacemos mal contrastado con lo que los otros hacen mejor. RD no puede ocultar los pésimos resultados académicos en las últimas mediciones internacionales en las que ha participado, mientras otros países detrás de nosotros ahora nos superan. ¿Por qué entonces, no preguntarnos, si el 2% del PIB promedio invertido en los últimos años en educación preuniversitaria y el menos del 2.5% del PIB en la toda la función educativa completa, incluyendo Investigación, Desarrollo e Innovación ha sido suficiente?
Es totalmente injusto y fuera de contexto, hablar de que no hay relación entre la inversión en educación y calidad de la educación, cuando en nuestro país invertimos menos de US$500.00 al año por estudiantes contra casi US$1,000.00 al año por estudiante que invierten nuestros vecinos. ¿Cómo lograr sin los recursos mínimos necesarios mejorar los estándares de calidad y asegurar la continuidad en los planes de capacitación y preparación de los maestros que necesita el sistema? ¿Cómo aumentar el número de días y el número de horas de docencia y reducir las tandas de tres a dos, sin aumentar el número de aulas y planteles escolares? ¿Cómo capacitar y empoderar a la comunidad y a la familia dominicana en el gobierno descentralizado de las escuelas? ¿Cómo implementar programas e incentivos que midan y gratifiquen al docente por los resultados académicos de sus estudiantes sin los sistemas de evaluación apropiados? Y así en esta interminable lista de preguntas sobre las posibles mejoras del sistema educativo, es ineludible la necesidad de dinero que no tenemos ahora para obtener estas metas.
Para hablar de la relación de entre inversión y calidad en la educación, es indispensable superar el mínimo necesario requerido y de manera simultánea irnos planteando medidas y acciones innovadoras para mejorar la eficiencia del gasto educativo. Seguir derrochando dinero en gastos e inversiones no prioritarias, cuando la mayor riqueza que tiene una nación son los celebros de sus ciudadanos, es una gran irresponsabilidad.
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